Conocida como “la capital espiritual del Paraguay” congrega cada 8
de diciembre en torno a la Inmaculada Concepción de María “Virgen de Caacupé” a
peregrinos que llegan de todos los puntos del país y de ciudades aledañas del
exterior. En los últimos años, la presencia de peregrinos devotos se ha
estimado por encima del millón.
El santuario se colma desde el inicio del novenario, las misas y
homilías de los obispos es seguida por miles de asistentes y en el día de la
Virgen la presencia de fieles en los oficios que se celebran desde la madrugada
desborda todos los recintos imaginables. Caacupé adquiere un aspecto muy
singular durante esta festividad.
Los peregrinos empiezan a llegar cuando comienza el novenario.
Muchos lo hacen en carretas tiradas por bueyes para seguir la tradición. Otros
lo hacen a pie cubriendo grandes distancias, porque así prometieron hacerlo
para agradecer alguna gracia recibida o para pedir un favor. Además, nadie
regresa a su casa sin haberse refrescado o recogido agua del pozo de la Virgen
(Tupasy Ycuá) de donde fluye el líquido vital que para los creyentes tiene
poderes milagrosos. Es también práctica tradicional que los caacupeños coloquen
frente a sus casas un cántaro con agua para paliar la sed de los peregrinos.